Hace un rato llegó la noticia. Es de esas noticias incómodas que no te gustan. Y esas siempre llegan cuando uno menos lo espera. Inevitablemente llegan. Casi al mismo tiempo en whatsapp llegaron los dos mensajes: “murió Coco”. “Murió coquito”. Coco era ese periodista dispuesto a cumplir con la tarea diaria, sin importar la hora ni la cantidad que había que producir. Pero además con la actitud solidaria de ayudar a quien fuera, un recién llegado a la Redacción o uno de los más veteranos que se había atrasado. Cuando la biología -y la ley- le dijo que había llegado la hora del retiro se comunicaba con los lectores contándoles lo que pasaba en el mundo. Era el editor de Internacionales. Ese era Juan Quinteros, Coco, que hoy dijo adiós para siempre vapuleado por un cáncer indómito e implacable.

El otro, el mismo, era Coquito. Era la alegría de la Redacción. Jugábamos en medio de la tensión del trabajo. Con él nos divertíamos y él era la alegría. Coquito se ocupaba de que la tarea diaria no tuviera peso. La alivianaba. De pronto, le salía la inspiración y estábamos todos a su alrededor escuchando una anécdota, repasando viejas experiencias o pergeñando alguna broma. Gracias Coquito por acompañarnos siempre con tu humildad, con tu música, con tu cultura, pero por sobre todo con tu alegría.

Las anécdotas brotan y desbordan. Tal vez no sea el momento porque estamos tristes, porque sabemos que te extrañaremos. Sin embargo, mientras acomodamos las noticias para el programa de televisión que ya comienza o para la urgencia de la web es imposible olvidar tus imitaciones de algún personaje político o aquellas tardes en las que con Mario Escobar intercambiaban las bromas más curiosas con la única intención de despertar nuestras carcajadas. Otras veces, corríamos como niños jugando a la “pilladita” para atraparte.

Coco nos acompañaste y ayudaste a terminar aquellas crónicas que no nos salían. Coquito hiciste gustoso el trabajo de todos los días en la Redacción. Hasta siempre.